¿Por qué? ¿Por qué no? ¿Por qué no yo? ¿Por qué no ahora?...

 

    Querido yo; no es fácil entender los continuos mensajes contradictorios con los que cada día me pones a prueba.

     Te olvidas que somos la misma persona, que estamos condenadas a entendernos, te encanta quejarte y lamentarte. Todo lo ves imposible y una pérdida de tiempo. Es muy difícil ignórate, he de reconocer que muchas veces he creído que llevabas la razón.

   Siempre te olvidas o no te interesa decir la cantidad de cosas que hacemos bien, nunca me das la razón, siempre hay un “pero”. Tal vez sea por medio, por intentar protegernos y no errar a la hora de afrontar algo nuevo, otras  veces  creo que es simplemente por el inconformismo con el que hemos crecido, la necesidad de llevar el control, tal vez el exceso de poder que ejerce el tiempo en nosotros. 

   En muchas ocasiones ese inconformismo del que he hablado hace un momento ha sido nuestra seña de identidad, algo que nos ha caracterizado y nos ha dado seguridad. Otras veces me intento convencer de que ese “pero” no es una limitación, que más bien es una especie de punto y seguido que nos obliga a hacer una pequeña parada antes de continuar hacia alguna meta más alta o     más lejana.

   No es fácil entendernos, ignorarnos tengo claro que imposible. Desde hace ya algún tiempo, yo, había decidido dejar de ignorarte, puesto que estamos obligadas a entendernos y convivir, me veía sin fuerza, con la necesidad de tirar la toalla y darte toda la razón, ¡si!, ¡perdón por no decírtelo antes!. Había desistido en mi lucha diaria contra ti, contra mis propios pensamientos, contra mí misma. Había encontrado el equilibrio “perfecto” para que no me hicieras daño, me sentía cómoda y protegida, aquí, o mejor dicho; ahí, donde tu, mi otro yo, tantísimas veces me habías intentado retener, aislar, en mi zona de confort. Por fin era capaz de pasar desapercibida y en calma, por fin, podía dejar de pelear contigo  que a la vez es pelear conmigo. Ya no había objetivo y por lo tanto, tampoco había límites ni limitaciones, miedos, obstáculos que sortear. El problema es que no me gusta, me aburro, me cansa muchísimo más tenerte dormida querida compañera que tenerte todo el día intentando convencerme de lo imposible y complicado que es todo. Tú, nunca me recuerdas lo maravilloso que es sentirse activa, lo gratificante que es estar agotada cuando sabes que ese agotamiento es por trabajo, por superación, por esfuerzo y ello te llevará a algo bueno.

    Tú no eres capaz de hablarme del futuro, en el fondo sé que es por miedo, nunca me hablas de él, tus pensamientos no me gustan y a ti tampoco, por ello siempre huyes de él, pero a ti querida, te ha tocado como compañera de viaje a una persona demasiado inconformista como para estar demasiado tiempo haciéndote caso, como puedes observar, no te falto al respeto y no te odio ni te guardo rencor, te quiero, incluso de cierto modo te agradezco que me pongas aprueba, pues cuando me miro al espejo soy capaz de decirte lo que pienso, soy capaz de reconocerte y reconocerme, de quererte y quererme, pues formas una  parte muy importante de mi, de mi personalidad, de mi carácter. Es muy aburrido quedarse quieta en mi zona de confort y he decidido volver al mundo real, he decidido volver a pelearme cariñosamente contigo, volver a tener el cuerpo dolorido, cansado y cada día más cerca de nuestro objetivo.

    Sé que no será fácil, en realidad nada que realmente merece la pena lo es, pero no me rindo, no te escucho y no me cansaré de caerme y aprender, coger fuerza y avanzar, y es que, querido yo, tal vez tendría que haber empezado con esta maravillosa frase que tanto me fascina:

  “Tanto si crees que puedes, como si crees que no, tienes razón “ todo se resume al final en que seremos capaces de hacer aquello que creamos que podemos hacer por el mero hecho de creer que podemos. 

    Todos tenemos dos vocecitas opuestas, un ángel y un diablo, que nos habla, una voz nos dice “no puedes” y otra voz te dice “hazlo”. Yo elijo lo que quiero escuchar. La decisión es mía y solo mía. 

    Para poder llegar hasta aquí me hago estas simples preguntas

  ¿Por qué? ¿Por qué no? ¿Por qué no yo? ¿Por qué no ahora? En esas cortas preguntas que llevan a grandes reflexiones encuentro la respuesta y por lo tanto el camino a seguir, espero que vosotros también hagáis una pequeña reflexión cuando os miréis al espejo y que encontréis esa respuesta que tanto necesitáis y que muchas veces por hacer caso vuestro otro yo no encontráis.

 

 

Escribir comentario

Comentarios: 0